La creación:
Dios creo el universo por sabiduría y amor, lo creo libremente, con el fin de manifestar y comunicar su gloria. La cumbre de su obra creadora es el hombre, pero el hombre desobedece el mandato de dios. Dios le promete un mesias para liberarlo y salvarlo.
Preparación del Pueblo de Dios:
Dios desde el principio ha querido la salvación del hombre. Desgraciadamente el hombre desde sus orígenes, rechazó esa amistad divina separándose así de Dios, enemistándose con sus semejantes y perturbando su relación con la misma naturaleza. A pesar de esto Dios nunca abandonó a la humanidad caída en el pecado.
Dios comienza por escoger un Pueblo:
Deseando la unión del hombre, divididos por el pecado, Dios quería formar un Pueblo y para eso eligió a los patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob. Ellos son los portadores de las promesas que se harán realidad en un futuro: promesas de descendencia, de la tierra y de la bendición a todos los pueblos. A través de los patriarcas (modelos de fe, esperanza y obediencia). Dios va preparándose un pueblo.
Un Pueblo que se libera y se forma:
Los descendientes de los patriarcas se establecieron en Egipto, allí sufrieron
la dominación y la esclavitud. Clamaron a su
Dios y Él los liberó sacándolos de la esclavitud. Moisés fue el guía elegido
por Yahvéh su Dios para llevar a cabo esta empresa liberadora.
Salieron de la tierra y marcharon por el desierto, rebelándose contra el Dios
que los había sacado de la esclavitud. Dios los perdonó y les mostró su cuidado
de las cosas necesarias: el pan, el agua, etc. en el desierto pactaron una
Alianza con Yahvéh su Dios y así quedó constituido y formado el Pueblo de Dios.
Un pueblo que vive bajo la alianza:
Al conquistar la tierra de Canaán bajo el mandato de Josué se situó allí. Hubo momentos de gran fidelidad a Dios, pero poco a poco, no obstante las molestias de los profetas, se fueron separando de Yahvéh y olvidaron la alianza que habían pactado. Los poderosos explotaban a los débiles; utilizaban el culto y las instituciones religiosas para tener seguridad y pretender sobornar al Dios de la Alianza. Por eso Dios rechazó a su pueblo con la destrucción de los reinos de Israel y de Judá. El exilio fue el castigo a la ruptura de la Alianza.Un Pueblo bajo la esperanza de la Nueva Alianza:
El pueblo del exilio, ayudado por diversas personas, empieza a reflexionar sobre su situación, reconoce su error y se convierte al Señor.
En este período surgen las grandes figuras de los profetas, como signo de la Alianza entre Dios y su Pueblo. Los profetas son hombres extraordinarios, llamados por Dios a ser su voz entre el pueblo. Su acción es especialmente recordar al pueblo la alianza que tienen con Dios, afianzar la esperanza en el Mesías y en su Reino, en medio del olvido y la triste suerte de Israel.
Un Pueblo bajo la Nueva Alianza:
Con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad; instaura y hace presente el Reino de Dios, nos revela la misericordia de Dios que es nuestro Padre, manifiesta y realiza la unión de los hombres dispersos y divididos por el pecado. Agrupa en torno a sí, discípulos y gente que lo sigue, formando con ellos la comunidad, el nuevo Pueblo de Dios, abierto a judíos y gentiles. En su sangre sella la Nueva y definitiva Alianza.
La Historia de la Salvación continúa en la Iglesia:
El cuadro de la historia de la Salvación, que encuentra en Jesús su eje y su centro, continua en la historia de la Iglesia y de cada cristiano. La Iglesia es el Nuevo Pueblo de Dios, cuya cabeza es el mismo Jesús, y se conforma como Pueblo Real, eso es, de Reyes, como Pueblo Profético y Sacerdotal, que marcha con su jefe, Cristo, hacia el Reino de Dios.
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